Templo de Debod. Madrid, España.
Lágrimas de sol
Cuando el viento se
queda sin colores,
la ciudad se vacía,
las conexiones se
pierden,
se ensombrece el
sol
y perecen las flores
¿a qué le escribimos
entonces?
A vientos de hedores,
a calles sin nombres,
a desarraigados en su
patria,
a noches perpetuas,
a tierras baldías.
¿Quiénes son los
poetas en un país donde la música ya no alegra?
Esos a los que les
duelen las púas del viento en el pecho,
esos que le inventan
leyendas a las esquinas abandonadas,
esos que son
extranjeros en su propia casa,
esos que aún lloran
al ver la luna al despertar,
esos que riegan un
árbol de papel en medio de una montaña en llamas.
Y aunque son
conscientes de sus pechos desgarrados,
de que nadie
recordará las historias mañana,
de que serán
apátridas en todas las tierras que habiten,
que no crecerá la luz
de sus lágrimas
y de que el papel
aviva el fuego en lugar de calmarlo,
no pueden dejar de
construir castillos en la arena de una playa donde los temporales son eternos.
Porque la sangre
y los versos
y los hogares sin
calor
y el llanto
y los incendios
son los únicos
templos donde les enseñaron a rezarle
a un dios
al que la belleza le
molesta.
Caracas, 13 de septiembre de 2016
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