Paseo marítimo de Barcelona, España
Retratos
Lo
que fui, no sé. No me recuerdo. Me cuesta ver a esa niña. ¿Dónde está? ¿Por qué
luce su mirada tan perdida? No lo sabe, no sabe que ha naufragado, no sabe que
está en busca de la costa. ¿Cómo puede vivir en su cuerpo si su consciencia
está dormida? Nadie la ayuda. Nadie toma su mano. Y ella no escucha las voces.
Está sola, sola y fragmentada. Y no lo sabe, no sabe que la miran con
extrañeza. Maldicen en su sombra. Pero lo único que ella conoce son las fugas
de su alma.
Si
seré, no sé. El porvenir es una figura que aparece en el desierto.
Lo
que soy, es. Existo. Estoy hoy aquí, entre signos y luces. Ahora me veo y ya no
me cuesta. No se me astillan las pupilas. La certeza se asoma por mis venas, y
si las sigo llego al alma, en la que está contenida mi consciencia, que ya se
ha remendado. La niña alcanzó el puerto después de nadar sin destino. Y se vio
y entendió. Ya sabe qué caminos transita, sabe que los transita.
Pero
hoy me han traído de vuelta a la niña. Me la han presentado. La he conocido y
me han dolido los ojos. ¿De qué sirve tratar de darle sentido al orden de unos
pasos que el mar ya ha borrado de la arena? Esa niña ya no existe. La marea
también la ha arrastrado a ella. Ahora los fragmentos son espuma, lo laberintos
se han venido abajo y sus escombros erosionaron este suelo nuevo. Hay flores
asomándose como acuarelas entre las grietas invisibles. El sol sigue en el
horizonte, pero ahora sé que no hay caminos que me lleven a él. Los puentes los
tienes que crear tú, y su solidez depende de la tuya.
Blinda
tu consciencia. Yo ya la tengo blindada. No permitas que retroceda a la crisálida.
Ama sus alas de mariposa de primavera y no te niegues jamás a permitir que te
pinte con su estela. Los colores embellecen el camino.
Caracas, 18 de octubre de
2016
Torbellinos
Estás como si no
estuvieras. Y sólo piensas si estarás. No viva, no muerta. Si estarás en el
mundo, si serás. ¿Ser qué? ¿Cielo, mar, belleza? Ser para alguien, ser algo
para alguien. Ser alguien para ti. Ser suficiente, que reconozcan que eres. Que
te vean, mostrarte, que se contemplen en tu mirada, en tus versos. Resonar tú
en ellos. Ser.
Y crece el ardor, y la
rabia y la angustia. Y se te prende en llamas la garganta, y la espalda y las
manos. Y gritas fuego, y gimes llamaradas y lloras incendios. Y pisas hundiendo
el suelo, y sonríes enterrando hachas y miras derribando montañas. Y de pronto
el mundo pasa del rojo al negro. Y todo es penumbras.
El abismo ya te agota. Ya
no te tienta su neblina. ¿Qué significaría fundirse con la nada? No es
eternidad, no te perpetúa, no es aprobación. En el abismo ya no eres. El sol no
alcanza tu pecho desnudo, no germina flores en tu piel clara. ¿Qué importa
entonces? ¿Por qué quieres saltar a las fauces de una tierra en la que el tiempo
no es medida? No avanza. Es un estanque.
Pero a veces nadar en un
estanque es la única consecuencia posible del miedo de no ser, del incendio, de
la indiferencia. De las sonrisas cínicas que te cantan profecías de tu propia
incapacidad de ser, de nadar más allá del estanque, de llegar al mar.
Hay veces que ya estás en
el mar, eso es lo que no te dicen. Que el estanque te lo están creando ellos
para que no los inunde el tsunami que ya eres. No hay jaula. No eres un
gorrión. Eres águila. Y ellos, tu presa.
Caracas, 24 de octubre de 2016