domingo, 3 de julio de 2016

Gin tonic

Gin tonic

Al abrirse las puertas tuve una buena impresión. Él era exactamente como lo había imaginado siempre en mis sueños más caóticos: alto, cuerpo esculpido, caireles broncíneos, profundos ojos del color del mar caribe y piel tersa y mate. Casi podía observar, extendiéndose tras su espalda fuerte, unas amplias alas negras, como de ángel vengador. Lo supe de inmediato, que él era el elegido, que Perséfone me había enviado a su favorito.  Finalmente, después de muchas noches entonando plegarias, había atendido a mis cantos.
—¿Te invito una copa? —Me preguntó, después de sentarse a mi lado, frente a la barra. Sonaba una melodía de jazz suave, mi vestido era muy corto y él no podía dejar de mirarme las piernas. Sabía jugar bien su papel. Eso me sedujo.
—Gin tonic —Accedí, a pesar de que la técnica de retardamiento me producía ansiedad; esto no era una tragedia griega ni un relato homérico. Podría haberme dedicado a reflexionar que era “esto” exactamente, pero me convertí en “Extranjera” por un momento y decidí no hacerme preguntas. ¿Qué coño importaba, de todos modos?
Me puso una mano en el muslo cuando dejé la copa vacía sobre la barra. Se me aceleró el corazón y sentí el pulso latirme con fuerza contra la sien. Lo miré, me miró, y tuve claro que él sabía que sus intenciones me eran transparentes. Supo también que deseaba que las ejecutara.
Entrelazó sus dedos con los míos y de un girón me bajó de la butaca. Salimos del bar y recorrimos varias calles hasta llegar a un motel: “PLUTÓN”, justo como siempre lo había imaginado en esos sueños caóticos. Me lanzó sobre el colchón raído, se abalanzó sobre mí, sacó el cuchillo y se reflejaron mis ojos enfebrecidos en la hoja pulida. Sonreí ampliamente, sin miedo, mientras me lo enterraba en el corazón. Por fin había llegado el momento: me reuniría con Perséfone.

Caracas, 20 de febrero de 2016

3 comentarios: